Del dibujo al desayuno.
A principios del siglo XX, los hermanos Édouard y André Michelin tenían un sueño sencillo: que se condujera más y se gastaran más neumáticos.
Así que en 1900 crearon una guía para automovilistas: dónde repostar, dónde reparar… y dónde comer bien.
Unieron el volante con el estómago. Y el mundo empezó a girar.
De un simple folleto nació la legendaria Guía Michelin.
La gente viajaba por sabores, el motor guiaba hacia las delicias.
La comida ya no era solo una necesidad. Era un destino.
Sin coches, quizá hoy estaríamos comiendo salchichas frías en la gasolinera pensando que eso es un almuerzo.
Esto me lleva a pensar: si no fuera por los coches, tal vez nunca habríamos comido realmente bien.
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